(Ranelagh, Dublin, Irlanda, 17/08/1920; † Boise, Idaho, EE.UU., 24/10/2015)
Maureen O’Hara es una de las actrices más carismáticas que han pasado por el universo del celuloide. Su belleza y carácter son típicamente irlandeses, su nervio y su empuje en pantalla son tan fascinantes como temibles. Cuando se ponía hecha una furia, más te valía no ser su enemigo. Sólo un hombre parecía capaz de domarla, como pudimos ver en “El hombre tranquilo”. Porque el caso es que quien más veces se enfrentó a ella en las películas, claro está fue el gran John Wayne, de quien Maureen O’Hara fue durante toda su vida una excelente amiga y admiradora incondicional y como persona, estaría encantada si toda la gente pudiera ser tan honesta y genuina como él. Pocas veces hemos visto en pantalla parejas cinematográficas con tanta química. Maureen Fitz Simons nació el 17 de agosto de 1920 en Ranelagh, un suburbio de Dublín. Su madre, Marguerita fue una dotada contralto y su padre, Charles, tenía un negocio en Dublín y además era copropietario de un equipo de fútbol, los Shawrocks Rovers. Maureen era la segunda de sus seis hijos. La chiquilla demostró carácter desde sus años mozos, pues gustaba de figurar en los juegos y deportes atléticos de los chicos y además poseía una gracia natural para actuar. Tras participar en programas de radio y teatros infantiles, ganó un premio para actuar en el teatro y a los 14 años fue admitida en el prestigioso Abbey Theater de Dublín. En 1938, Maureen O’Hara participó en su primera película, el musical Kicking the Moon Around, con un pequeño papel de secretaria. Su importancia creció en su siguiente film, My Irish Molly. Y después su vida cambió para siempre. Acudió a un casting en el que estaba presente el gran actor inglés Charles Laughton, y tras ver a la joven Fitz Simons quedó materialmente hechizado. La fichó para participar en la película Posada Jamaica, dirigida por Hitchcock. Pero antes de rodar, el protagonista de testigo de cargo le cambió el el apellido a la actriz, y pasó de ser Maureen Fitz Simons a ser Maureen O’Hara. A partir de ese momento la carrera de Maureen O’Hara se sitúa en Estados Unidos. Hollywood quedó maravillado con la belleza de esa gitana irlandesa y los buenos papeles comenzaron a llegar.
Maureen no había cumplido aún los 20 años. Por esa época comenzaron los amores de la actriz, ya que se casó por vez primera, aunque el matrimonio sería anulado dos años después. Seguidamente volvió a casarse, aunque esta vez con el director Will Price. Sin embargo, el matrimonio también fracasó y la pareja se divorció en 1953, con una hija. Muchos años después, en 1968, parece que Maureen O’Hara encontró por fin al hombre de su vida, un general del ejército con el que estuvo casada hasta su muerte en 1978. La década de los 40 y 50 fueron las de mayor éxito de Maureen O’Hara y su rostro se convirtió en uno de los reclamos para el público. En 1941 encontró al otro John de su vida, al director que le ofrecería sus mejores papeles. En Qué verde era mi valle. A lo largo de su carrera volvería a trabajar con el director de Maine en otras cinco películas, las cuales se encuentran sin duda entre los más granado de su filmografía. Sus papeles de esposa, con fuerte carácter y enorme corazón son inolvidables. Ahí están Río Grande, Cuna de héroes y Escrito bajo el sol, además de la ya mencionada El hombre tranquilo. Como se ve, tres de esos filmes fueron protagonizados por John Wayne. Pero las colaboraciones de Maureen O’Hara con el Duke no se limitaron sólo a las dirigidas por Ford. En 1963 hizo una memorable pareja con Wayne en el western cómico El gran MacLintock y repitieron ocho años después en El gran Jack, su última película juntos. La amistad entre Wayne y la O’Hara permaneció viva hasta la muerte del actor, el cual tuvo siempre disponible una parte de la casa de la actriz destinada a acogerle en sus visitas. Se llamaba El «Ala John Wayne». El aire de mujer indómita, con melena rojiza y cierto ímpetu salvaje, hicieron a Maureen O’Hara también ideal para encarnar a las heroínas de películas de aventuras. Después ya sólo intervendría esporádicamente en algún producto televisivo, hasta su canto del cisne en el telefilm El último baile en el año 2000. Maureen O’Hara residió mucho tiempo retirada en St. Croix, una pequeña localidad de las Islas Vírgenes. Falleció a los 95 años en Idaho.
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