DRÁCULA o Bela Lugosi, tanto monta…

Cuentan que a Bela Lugosi le enterraron envuelto en su capa de Conde porque quedó tan atrapado en el personaje que cuando llegó su hora, hacía ya años que había decidido mutar en él, definitivamente. Frankenstein y con él Karloff, heredaron la gloria, pero seamos justos, a rebufo de Don Béla Ferenc Dezso Blaskó, y su incomparable Conde Drácula, estrenado unos pocos meses antes.

Drácula, seguramente uno de los personajes más interpretados en la historia del cine, ha sido manoseado por actores tan dispares cómo, Max Schreck, en la genial e inolvidable Nosferatu, Christopher Lee, Klaus Kinski, Gary Oldman y un largo etcétera; todos y cada uno lo dotaron de una personalidad abrumadora y casi siempre convincente, pero sólo uno se atrevió a entregarle tanto como para dejarse atrapar por el Conde hasta el extremo de convertirse en él, Bela Lugosi. Y es que, Drácula había clavado sus afilados colmillos en su cuello, bebió de su sangre y lo arrastró a su mundo de los no muertos… para siempre.
Aunque la Universal ya había hecho algún intento por instaurar su ciclo de monstruos legendarios unos años antes, de la mano del mítico Lon Chaney, en películas como Nuestra Señora de París o El Fantasma de la Ópera, está claro que el Drácula de Tod Browning de 1931 es el que inauguró la saga de aquellas formidables películas de terror de los años 30 y 40 del siglo pasado. Curiosamente sería el hombre de las mil caras el que lo interpretaría pero la fortuna, que tantas veces le sería esquiva en el futuro, se alió en esta ocasión con Lugosi y Lon Chaney falleció poco antes de ponerse en marcha el proyecto… ¡lástima!; no para Bela que finalmente sería el elegido.
Dicho queda que Bela Lugosi ha sido Drácula y que los demás…lo intentaron con dispar suerte. En la época que nos ocupa, en el personaje moraron no pocos inquilinos, empezando por el inefable Carlos Villarías, que paralelamente a la cinta de Browning, protagonizó la versión hispana del film. Era habitual, por entonces, rodar la misma película, en los mismos decorados por actores hispanos, normalmente mexicanos, por la noche, justo cuando finalizaba el rodaje principal en inglés, para atender a este incipiente público instalado en Estados Unidos y que aún no dominaba la lengua de Shakespeare. ¿Drácula con acento andaluz?…pues eso…mejor volvamos a Lugosi. El pobre Bela ya no volvería a interpretar a su amado Conde seriamente. En 1935 lo retomó con La Marca del Vampiro y años más tarde en El regreso del vampiro, pero ya fuera del redil de la Universal, al que volvería, ya en el ocaso de su carrera, para enfundarse patéticamente la capa del Drácula que le hizo inmortal, en aquellas sátiras en las que Abott y Costello se enfrentaban a todos los monstruos habidos y por haber.



Incomprensiblemente, el atronador éxito de Drácula no sirvió para explotar el filón con secuelas y más secuelas al estilo de Frankenstein; la productora se centró más en este y en la aparición del resto de míticos monstruos como La Momia un año más tarde o El Hombre Invisible, en 1933. Se relegó al personaje a secundario de lujo que acompañaba al resto de monstruos de acá para allá, reducido casi siempre a cenizas por el sol cegador del amanecer. La explicación podría estar en la fallida La hija de Drácula, de 1936, con Gloria Holden como vampiresa heredera del gran Bela…¡¡¡qué frivolidad!!! El hecho es que resultó un fracaso de taquilla (Lugosi, rehusó aparecer con un papel muy secundario, por cierto) por lo que quizás se entendió que el personaje no daba para más.

Sea como fuere, había que darle la oportunidad a Lon Chaney Jr. de comprobar cómo le quedaba la  capa, pues ya  había interpretado al resto de monstruos célebres de la época y sólo restaba verle en el papel de chupador de sangre; por este orden ya había sido Hombre Lobo, Frankenstein y Momia. Resultado: El Hijo de Drácula no pasará a la historia. Probablemente una de las películas más flojas del ciclo, En cuanto a Lon… lo intentó…Lon Chaney Jr., siempre lo intentaba…
Drácula ya había tenido la parejita y ni uno ni la otra estuvieron a la altura. Paso lógico, el conde no volvería a ser protagonista. Su presencia se limitaría ya a secundario segundón; así en La Zíngara y los monstruos y en La Mansión de Drácula sería John Carradine el que trató de darle al personaje algo de la esencia de la que Bela Lugosi le dotó, por supuesto…falló.
La decadencia del personaje iba de la mano de la de su legítimo dueño, el olvidado Bela, y acabo siendo maltratado por él mismo en una especie de venganza contra el estudio y contra sí en las parodias ya mencionadas de Abott y Costello. Por suerte siempre nos quedará su presentación, aquel descenso por la escalera de su castillo transilvano cual vedette del Moulin Rouge, candelabro en mano mientras farfullaba aquello de “…I am Dracula…”

Articulo escrito por nuestro colaborador César Bela

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